“Yo me entendía con los cochinos. Mi marido trabajaba afuera, y si no lo hacía yo, ¿quién? Había que buscar la comida, guisar las papas, ir por la hierba. Era un trabajo diario, pero lo hacía sin quejarme. Nos acostumbramos a trabajar mucho.”

“Recuerdo cuando mi madre me enseñó a cocinar con poco, aprovechando cada ingrediente. Ella decía que el amor en la comida era lo que realmente alimentaba a la familia, más que cualquier plato lujoso.”

“Con lo que ganaba, ¿qué iba a hacer sino comer? A comer, pues eso no daba para más nada. Solo daba para comer.”

“Yo me entendía con la cochina. Le hablaba como si fuera una persona. Me miraba como diciendo: ya viene esta.”

“Mi madre no vendía la leche porque la partía con las hermanas. Porque cuando no tenía una tenía la otra.”

“¿Los vecinos? Ay, buenísimos. Una maravilla. Nos prestábamos el gofio, el agua, de todo. Éramos no vecinos, familia, como familia. Muy bonito todo.”

“Había muchas mujeres calando, casi en todas las casas había. Sí, en casi todas las casas había un mantelito sentado.”

“Hoy se vive mejor y hay de todo pero en esa vida había más amistad, más cariño y amor por los vecinos.”

“Nunca pasamos hambre. Nos privamos de muchas cosas, sí, pero hambre no. Siempre hubo leche y el desayuno nunca faltó.”

“Ambos, mi padre y mi madre, desde arriba nos vigilarán y nos cuidarán. Ellos han caminado para que nosotros tengamos hoy la vida que tenemos.”

“Mi madre, si le daban o compraba (cochino), me enseñaba a mí, como en una barrica de barro, a salarlo, la salazón de la carne. Es que antes había poca cosa.”

“No había lavadora. Planchábamos con planchas de hierro calentadas con brasas. Yo me subía en una caja porque era muy pequeña y no alcanzaba. Antes no había lo de ahora.”

“Lo que más admiraba de mi madre era que mi madre no sabía leer ni escribir, ¡pero sacaba unas cuentas! ”